En 1933, Junichirö Tanizaki escribe El elogio de la sombra, un ensayo directo y comprensible que acerca y contrapone la preocupación estética oriental a las preferencias occidentales. Frente a las virtudes de la luz, ellos prefieren el reconfortante abrazo de la penumbra, frente a lo brillante y reluciente, lo vívido y mate. Treinta y seis años más tarde Borges publica Elogio de la sombra y entre alguno de los versos declama: “Vivo entre formas luminosas y vagas que no son aún la tiniebla […] Esta penumbra es lenta y no duele; fluye por un manso declive y se parece a la eternidad”. En algunas de las formas monolíticas e impertérritas que se desdibujan en esta exposición, también hay algo de eternidad, de luz y de tiniebla.

El espacio que definen las series de Arquitecturas Inmateriales y Light Object tiene un sentir primigenio que rima especialmente bien con las formas complejas y elaboradas de las esculturas que allí se ubican. Cada una de las piezas se define a través de la luz, generan sus propias sombras y determina una serie de relaciones internas que, al mismo tiempo, no pueden evitar mantener un diálogo con cualquier cuerpo que entre en ese ambiente. Hablamos de ambiente porque queda clara la intención de generar un espacio inmersivo partiendo de esa penumbra solo alterada por la tenue luz indirecta que emiten las luces de colores.

La obra de David Magán es pretendidamente arquitectónica y lo es porque tanto el proceso de creación como el resultado final de sus proyectos se generan partiendo de elementos imprescindibles en el proceso arquitectó- nico, esto es, el contexto, la luz, la estructura y el espacio. A veces pareciera que las piezas que componen la serie Arquitecturas Inmateriales pudieran ser recorridas a gran escala, o que el volumen de Light Object fuera una suerte de maqueta de algún rascacielos. Cuando se observan los dibujos o croquis del artista se intuye esa sensibilidad por lo espacial y esa preocupación por la estructura.

Es difícil desligar la obra de David y el ensayo de Tanizaki de lo arquitectónico. En la historia de la arquitectura occidental siempre se ha pensado en términos de luz. Los espacios se definen, casi esencialmente, partiendo de su relación con ella. La luz da forma al espacio, pero, disculpando la obviedad, donde hay luz también hay oscuridad. Hablar de arquitectura y de luz es hablar del concepto de “proyección”. En su raíz etimológica proyectar proviene del latín projectare que significa algo parecido a ‘arrojar’ o ‘lanzar hacia delante’. Una sombra al fin y al cabo es una forma que se define partiendo de un objeto que está en un plano más cercano al foco de luz, ya sea este el sol, una lámpara de pie o una vela titilante. La sombra define el espacio y viceversa.

Tanazaki sostenía en su ensayo que “lo bello no es una sustancia en sí sino tan solo un dibujo de sombras”. En la serie Dual Figures esta relación se revela de una for- ma palpable. Es una serie que también juega con una idea dicotómica de lo simple/complejo. Partiendo de una figura relativamente simple y matérica se proyecta una figura imposible y vaporosa que guarda relación con las Structural Constellations de Albers o las Estruc- turas y Maclas de Yturralde. Estas sombras imposibles nos recuerdan la condición dual de las cosas.

Así, en la exposición las obras emanan (Arquitecturas Inmateriales), reciben (Light Object) y proyectan (Dual Fi- gures) luz en un recorrido donde no se pretende luchar contra la sombra sino abrazarla, generar un diálogo ínti- mo entre el espectador y su entorno reflexionando sobre el papel de la oscuridad en lo cotidiano y lo insólito.